Cerca de mí se agolpan cuerpos lacios
detrás de asientos y me dan los dorsos
mientras viajo, sumido entre cabezas
de pesado acomodo.
Me veo navegando por los mundos
de un universo anónimo
con escasos colores,
territorio común del cuerdo y loco.
Sin reparar en mí,
todos llevan su máscara en el rostro;
el sol les avasalla los cabellos
entre valles angostos.
Algunos hablan sin parar, no duermo,
y me distraen del fugaz entorno.
Me chifla el sonrosado de las calvas,
sembradas de rastrojos;
yermas y sin cultivos,
con brotes de tolondros.
Vítores a las mentes, torpes y ágiles,
que habitan esos cocos*.
Antonio Macías Luna
Castilblanco, 21 de octubre de 2001
* Frutos del cocotero,
aquí metáfora para el término “cabezas”.