lunes, 16 de enero de 2012

ENTRE ANDENES

Un autobús araña bajo nubes
un andén grasiento en cemento armado;
un torbellino de motor y ruedas
se mueve en chapas trémulas de espanto.
Al arrancar, se rasca el parabrisas
y sofoca el prurito de un chubasco.
Escupe el rostro de la terminal
cataratas de húmedos parásitos.

Nadie se vuelve atrás, nadie se queja.
Todos se acercan al duro rellano
que soporta en su dorso al lento vehículo.
El tiempo ardiendo huye de las manos
como litros quemados de gasoil,
el detritus de un barco.

Dos motores se ponen a temblar,
hay armonía musical entre ambos.
Un tercero se afina con los dos
en un coro políglota de claxons.

Tres buses, con su flete de carnaza,
doblegan los penosos guardabarros.
Se calientan camisas de cilindros
y aúllan las palancas de los cambios.

Así se estrena un circo en los andenes,
sacando al escenario a los payasos;
roncos actores listos para actuar
sin ganas, lentos, a la fuerza, al salto.

Antonio Macías Luna,
Santiago de Chile