sábado, 14 de enero de 2012

CALLE DE ALZAPIERNAS

                        I

Junto a la plaza de la Concepción,
vías de Cáceres que culebrean
en el clamor del tráfico,
se ensombrecen en resplandor de tiendas.

Al azar, en olores de fritura,
por un berenjenal de callejuelas
me topé, deambulando sin sentido
por travesías céntricas,
con un rótulo viejo que indicaba
una calle nombrada Alzapiernas.
Desde abajo, de Parras a Moret,
la retrepada cuesta
de extensos escalones
no dormía desierta;
se surtía en sudor de transeúntes
su esquina recoleta.

Ascendí contumaz;
nunca me había visto en tal empresa.
El ascenso era rítmico
cual pausada gotera;
al peldaño primero
le presenté el tacón, después la suela
y recorrí tres pasos;
se inflaron mis pulmones,
al escalón siguiente
alcé la otra pierna,
eché los bofes en subir la calle
para arrastrar mi humanidad entera.
Rompía mi rodilla el pantalón
levantando mi cuerpo como piedra;
mis rótulas crujían
al tensarlas con brío en la refriega.

En la cima un grupúsculo
de casas, apiñada rinconera,
blandía escudos en color garbanzo
bajo un cielo violeta.


                        II

Cuando quise bajar,
casi rodé y, pegado a la derecha,
me dejé ir con apresuramiento
involuntario por la misma senda.

Al caer la noche, llantos de campanas
traían el sabor de las ausencias,
las calladas farolas
servían de oportunas candilejas
para escandir mis versos,
para traer a la luz este poema.

Cuando me hallé con la postrera estrofa,
pensé dónde tendría la cabeza
quien olvidó poner,
con igual fondo y letra,
otro rótulo arriba que dijese:
Calle de Bajapiernas.

         Antonio Macías Luna
         Cáceres (España), 3 noviembre 2001