Dejando tras de mí un rastro, unas huellas,
ilusión y deseo no me faltan
mientras mis dedos avanzando saltan
sin olvidarse de volar sobre ellas.
Ellas son las estrofas que se esmaltan
con brillos de recónditas estrellas,
las que obsequian con néctar de grosellas
a mi mundo interior, donde me asaltan
como enemigas fieles del sosiego.
Yo no hago más que prolongar los días.
Me afano por gastar las energías
en algo que me quema y me derrumba.
Escribiendo y versando yo me entrego
a un fuego que no muere con la tumba.
Antonio Macías Luna
Villa Alemana, 22 de mayo de 2009