Los soplos de la noche son suspiros
que con el suave hálito,
se funden, del granito y el mampuesto.
Muros, piedras, farolas
en cada rincón guían mi andadura,
acompañan mis pies
pausados sobre el suelo.
La faz del viento vaga por las calles,
cuyos duros oídos no están sordos;
respiran la fragancia
de versos por doquier.
En los umbríos soportales duerme
la eternidad de las vetustas piedras,
jirones troceados
que se prestaron a un loable fin:
ser puntal y cimiento
del corazón monumental de Cáceres.
Antonio Macías Luna
Cáceres (España), 3 noviembre 2001